lunes, 14 de abril de 2014

A todas vosotras.

No tengo la cabeza llena de espinas sin nombre.
No tengo el costado sangrando por una puñalada.

Vienen fantasmas de ruinas sin mantas ni recuerdos de un tiempo imperfecto, y pienso que la vida no es más que una broma pesada.
Miran, pero no ven lo que les rodea y yo estoy aquí, enterrada bajo mil piedras viendo en qué se han convertido. En qué me han convertido.

En qué nos están convirtiendo.

En sus corazones sólo habita la desolación de un sonido sordo, de un odio que los ahoga y al que me condenan muriendo por alzar la voz.

¿Soy una mártir? ¿Una salvadora? ¿Alguien a quien darle las gracias cuando ha sido un médico quien te ha salvado del cáncer? ¿Soy aquel al que das limosna sin mirarle a la cara mientras aceleras el paso al final de la calle? ¿Soy un ser divino? ¿Una enviada del cielo?

No.

Sólo fui hija, quizás abuela o madre.

Ahora soy un número más, no soy nada importante, soy otra mujer lapidada...

Y nadie me hace homenajes.

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