jueves, 27 de febrero de 2014

Cables.

Quizás fuimos una cuenta atrás
desde el primer beso
y el problema llegó cuando
olvidé que todas
acaban explotando
si no sabes elegir el cable adecuado.

Yo jugaba a ser el cable rojo,
ése que acaba
solucionándolo todo en las películas
y tú jugabas a ser el azul que aceleraba
la caída.

Pero yo nunca fui buena actriz
y tú nunca creíste en la seguridad. Hacías bien.
Tú veías más allá de donde
podía ver,
y yo quería subirte a mi nube
para que lo vieras todo
desde mi perspectiva.

Quizás nos chocamos
a medio camino tratando de buscarnos.
Quizás la solución era el cable verde
y nunca supimos verlo.

Y ahora estoy aquí,
con un nudo marinero
en una garganta sin mar
mirando a un cielo azul que trata
de engañarme escondiendo
su llanto y el mío en una máscara gris,
porque él también nos echa de menos.

domingo, 23 de febrero de 2014

Lo siento.


Siento que tengas que leerme así.
Siento que tengas que verme tan rota y de esta forma.
Y a decir verdad, ojalá no me leas.
Ojalá prefieras ignorar lo que escribo,
pero no lo soporto
más.

No puedo con este silencio
que me aprisiona el pecho.
No puedo no poder llorar
y estar ahogándome
a pesar de ello.
Porque mi cuerpo no deja
escapar una sola lágrima
de mis ojos,
y me estoy asfixiando por llevarlo
todo dentro,
por no ser capaz de desahogarme.
Porque a veces las palabras
que no se dicen
pesan mucho más que la falta de oxígeno.

Cada pedacito de mí
te echa de menos.
Cada trozo de cristal roto y opaco
anhela tu voz.
Mi piel anhela tu tacto,
y es una sensación insufrible.

¿Sabes?
He soñado contigo últimamente
y ya ni siquiera
puedo contártelo porque sería incómodo.

En qué punto llegamos a esto.
En qué soplo perdimos toda la confianza.

He soñado que te besaba
como la primera vez,
con todo el amor que ya no me cabe
en el pecho, pero tampoco sale;
y clava las costillas en mis pulmones
y hace que me quede sin aire
y no soporto despertarme
y darme cuenta de que todo
ha sido un puto sueño y que tú
ya
no
estás.

Que me siento vacía sin ti.
Que lo que hace meses podría
haber sido un sueño
ahora se convierte en una maldita
pesadilla que me hace recordar
lo que ya no tengo.

Y lo peor de todo es que sigues siendo tú.
Y lo siento.
Te echo de menos, y ojalá no lo hiciera.
Pero no se puede evitar lo inevitable,
al igual que no se puede negar la composición del aire.

sábado, 22 de febrero de 2014

Ya no recuerdo.

Es la primera vez que vengo a este pub
sin ti.
Y ya no dueles.
Ya no te echo de menos.

Ya no recuerdo la forma en que me besabas al bajar del tren.
Ya casi no recuerdo tu voz.
Ya no recuerdo la forma en que te abrazabas a mí en mitad de la noche, como refugiándote de una pesadilla en mi pecho.
Ya no recuerdo tu sabor.
Ya no recuerdo tu forma de mirarme.
Ya no recuerdo el ritmo de tu respiración ni la forma en que cerrabas los ojos al reírte.
Ya no recuerdo el tacto de tu piel.
Ya no recuerdo tu forma de acariciarme.
Ya no recuerdo la suavidad de tus labios.
Ya no recuerdo tu olor.
Ya no recuerdo tu forma de abrazarme por la espalda
mientras me apartabas el pelo del cuello para besarlo.
Ya no recuerdo la sensación de plenitud al amanecer anclada a ti.
Ya no recuerdo cómo me sentí la primera vez que me besaste.
Ya no recuerdo la última vez que lo hiciste.
Y ya casi no pienso en ti.


















Pero a quién quiero engañar. Nunca se me dio bien eso de mentir.

miércoles, 19 de febrero de 2014

De amistad y vendavales.

A Bel, que me ha salvado más veces de las que pude caer.

Es la segunda vez que te escribo, a casi dos años de distancia de la primera, y han cambiado tantas cosas que ni siquiera recuerdo en qué punto exacto dejé de ser yo para que bajaras a rescatarme como has hecho desde que nos conocimos.

Tú, que te bebías mis lágrimas como si fueran tuyas y tenías la fuerza que yo no tenía para sonreír a pesar de que la vida te había dado un revés en la mandíbula, mucho más fuerte del que nunca me darían a mí; conseguías sacar mi voz de un silencio que me dejaba sorda.
Tú, que me entendías hasta callada y me enseñaste que perder la vida era una forma de mantener siempre vivo a alguien, me hiciste ver que para acabar con la oscuridad sólo tenía que encender una vela con la cerilla que tenía escondida en mis pestañas húmedas.

Y que nunca dejé de ser yo.
Que nunca dejaste de ser tú.

Que como tú me dijiste una vez, "me has salvado más veces de las que he estado a punto de morir", y eso vale 34 atardeceres.

Ya fuiste la razón de alguien. Fuiste y eres el amor incondicional de un sueño que no se disipa en el aire. De un sueño que es y está.

Que no se ha ido.
Que no se irá.
Como ella.

Pero algún día llegará un vendaval a tu vida, y te convertirás en su verdad. En la verdad que siempre te resistes a ver cuando el viento te trae la brisa de un verano difuminado y no dejas salir esa sonrisa por miedo a que llegue un invierno tan frío que consiga congelarte.
Pero tu corazón es capaz de quemarse en pleno Polo Sur y derretirlo todo.

Y serás grande e invencible.
Como has sido hasta ahora.

Ella lo supo al tenerte en brazos por primera vez, y yo lo sé. Como se sabe que los ríos nacen en las frías montañas y van a morir al mar pero no mueren.

Como tú.

miércoles, 12 de febrero de 2014

La esperanza es universal.

En Argentina hay miles de niños
separados de sus padres
al nacer.

En Palestina un chico muere al proteger a su hermano de un ataque israelí.

En La India hay niñas
obligadas a vender su cuerpo
por un puñado de té.

Y en Somalia una anciana
llora al ver cómo su hijo
se ve obligado a huir.

Y aquí hay banqueros
rompiendo hogares,
también hay niños pasando hambre,
Caprichosos que buscan
ahogar la nostalgia
en un vaso roto.

Pero si hay algo universal
es la esperanza de que cambie todo.