martes, 27 de agosto de 2013

Tormenta y desastre.

Y por una vez yo fui
verso y musa de nadie.
Fui poema,
fui soneto,
fui tormenta
y desastre.

He sido halcón
desgarrador,
He sido muda,
he sido hablante.
He sido un beso sordo
buscando el latir
de sus andares.

Soy un adiós,
soy un quizás.
Tal vez un punto.
                     
                                     (Y a parte.)

Soy una sonrisa
que llora.
Soy un futuro expectante.

Seré un puzzle
in
   com
          ple
               to.
Seré caricia,
seré derrape.
Seré delirio
en tu tormento.
Seré tormenta
y desastre.

domingo, 25 de agosto de 2013

Espinas y cristales.

Puede que
estuviera demasiado
rota
como para admitir
que cada pedacito de mí
llevaba tu nombre.

Tan rota que
me clavaba
los cristales
que formaban la jaula
de mi corazón
y
que acabaron matándolo.

Quizás hallé la forma
de no herirme
con mis propias espinas
cuando volví
a retomar el control
de aquellas oxidadas
tijeras de podar
que tú habías escondido
para no perderte,
o quizás
para no encontrarme.

Vete de aquí.
No quiero volver a verte.
Desaparece de mi vida,
y llévate mis espinas
que ya no sangran
tu
nombre.

viernes, 23 de agosto de 2013

Huirte era más fácil que olvidarte.

Como un nombre falso
esperando no ser
detectado me aislé;
          (de tus ojos)
para no hallar respuestas
que te querían conocer.

Es curioso cómo cambian las calles,
la gente con la que me cruzo
si no camino
anclada a tu mano izquierda.

O ni atreverme a mirar
aquellos árboles bajo
los que me besaste,
o cuando inventaste
el verbo 'formir'
que no era otra cosa
que llevarme a dormir
para acabar follándonos
cada día de tormenta.

Huirte era más fácil
que olvidarte,
y a mí siempre
me gustaron los retos.

Por eso quise evitarte
en cada poema,
en cada andén,
en cada iris,
en cada árbol
y en cada hoja.
Ya sabes, por aquello
de que el amor de verdad
es el que menos se siente.

Y más se toca.

martes, 20 de agosto de 2013

Orgasmo en el Prado.

Hay una cola interminable.
Turistas y turistas se agolpan a las puertas del Prado. Son las 11 de la mañana y el calor empieza a notarse.

Miro hacia adelante, y veo a una chica imponente salir del museo y hablar con varios turistas. Falda de tubo negra y blanca, camisa roja... Lleva gafas y le dan un toque muy de los años 50. Me quedo hipnotizada.
Su pelo rizado y oscuro cae sobre sus hombros. Y su forma de caminar sobre esos tacones hace que su cadera se mueva de una forma muy seductora. Creo que trabaja en el museo.
Tras media hora de espera, llega nuestro turno.

Moría de ganas por impregnarme del arte de los cuadros de Velázquez.
De sentir un orgasmo al contemplar el Jardín de las Delicias y comprender lo que sentía Stendhal con cada milimétrico detalle del Prado.

De pronto la vi cruzar por una de las salas. Era imponente. Su forma de caminar hacía que muchos de los cuadros perdieran su encanto.
Fuimos hacia otra sala y allí estaba. Inmóvil, contamplando cómo Saturno devoraba a sus hijos. Era una visión grotesca de Goya sobre el famoso mito. Pero su presencia frente a él hacía que el cuadro cobrase un significado deseable y atrayente.

Me acerqué a ella. Seguía inmóvil.

"Las pinceladas de Goya, la oscuridad del cuadro, la rabia y el odio se unen en una comunión perfecta entre la belleza y la fealdad"-dije.
Giró su cabeza y me miró de arriba a abajo.
"Es mi cuadro favorito"-musitó.

Su voz me estremeció. Bajé la vista y deambulé observando a Durero, pero no salía de mi cabeza.
Me encontré de bruces con El Coloso y me sobresalté. Fui hacia el baño para refrescarme y justo cuando iba a salir, me choqué con sus ojos.

Me quedé paralizada. Me sonrió y me empujó hacia uno de los baños.

Casi sin darme cuenta mis manos estaban bajo su camisa roja.
Un sujetador de encaje saltó a escena y al deshacerme de su falda, contemplé su exquisita lencería, sus ligueros. Era una obra de arte en sí misma, y mi lengua quería saborear sus pechos, como si bebiese del más exquisito champagne francés.
Sus uñas se clavaban en mi espalda mientras mis dientes se acomodaban en su cuello.
Ahora la tenía completamente desnuda para mí. Ahora entendía a Stendhal. Su belleza era vibrante, sublime.
Su respiración jadeante en mi oído, su deseo pidiéndome más, y mis ganas mordiéndole la boca.
Emprendí un sendero de besos hacia su sexo. Me arrodillé ante ella, como un altar al que adorar. Sonreí y mordió su labio. Elevé su pierna izquierda sobre mi hombro y mi lengua se abrió paso dentro de ella.
Aguantaba sus gemidos plasmándolos con sus uñas en mis hombros mientras mi lengua la degustaba. Su sabor era tan exquisito como su belleza y sus arañazos me pedían más. Me levantó hacia ella cogiéndome por el mentón y mordió mi cuello. Sus manos bajaron hasta rozar mi clítoris y mis dedos aceptaron el reto de poseerla al mismo compás.

Nuestras manos se movían, nuestras bocas jadeaban y, justo cuando íbamos a llegar al éxtasis, ella mordió mi cuello y no pude evitar gemir. Pero antes de que lo hiciera, ella tapó mi boca para después unir su lengua con la mía, como en una guerra sin fin. Agotadas, nos vestimos y salimos de allí.

Nada ni nadie sabría nunca que el Prado había tenido en su poder la más exquisita obra de arte: el orgasmo de una mujer.

miércoles, 14 de agosto de 2013

En diferido.

La voz rota
y las ilusiones en llamas.
El vaso lleno de recuerdos
conservados al vacío.
Vacío tu nombre
y vacía mi cama.
Vacío cada beso enredado en el olvido.

Tus labios en mi mente
huyendo de la nada,
tu presencia ausente,
tu amor en diferido.
Diferidos tus 'te quieros'
y suspiros en mi alma.
Diferidos tus lamentos dedicados a mi ombligo.

Tu excusa mortal
rompiendo ventanas.
Tus ojos ,como una noche
calmada por los grillos.
Grillos muertos,
abandonados,
sin esperanza.
Grillos mudos, en luto, llorando por tu castigo.

martes, 13 de agosto de 2013

Sabes a lágrimas.

Sabes a lágrimas.
A sueños enterrados
en una infancia dura
que prefieres no recordar.
A castillos de arena
encerrando una princesa
que se ha cansado
de volar.

Sabes a miedo.
A cicatrices.
A puntos dados a bocajarro
sobre tu corazón.
A lunas perdidas en abriles,
a tormentas de fuego
en un colchón.

Y ahora
tu sabor está en mi boca,
huyendo del miedo
a tus latidos.
Y ahora soy yo
quien se sonroja
por conocer
el sabor de tus gemidos.

domingo, 11 de agosto de 2013

Mi vida.

11 de agosto de 2003. 5:02 de la mañana. 26 °C.

Justo a esa hora te oí llorar por primera vez. Tu piel arrugadita, tu pelo negro y tus ojos deslumbrados por la luz del nuevo mundo al que acababas de llegar eran un adelanto de todos los momentos que pasaría junto a ti.

Yo estaba al fondo del pasillo, nerviosa. Quería verte pero era demasiado pronto.

Recuerdo la primera vez que tus manitas agarraron mi meñique para no volver a soltarlo, la primera vez que sonreíste o tu primera palabra: "Hedmana".

Creo que desde ese momento se convirtió en mi palabra favorita.

Tú, que sin apenas saber hablar, me salvaste la vida e hiciste que conociera el verdadero terror cuando estuve a punto de perderte. Tan pequeña, tan adorable, tan trasto. Con esa cara de mala que hace sonreir a cualquiera.

Y ahora estoy aquí, diez años después, escribiéndote una carta por tu cumpleaños, dándote las gracias por ser el mejor regalo de mi vida. Por ser mi vida.

Te quiero, bichito.

Feliz cumpleaños.

lunes, 5 de agosto de 2013

Te odio.

Te odio en la sombra pagana de tu sexo.
Te odio en el verso y el reverso.
Te odio en los besos y miradas
del cigarro de después.

Te odio en las dos primeras caladas.
Te odio en tu sonrisa condenada
a mirarme,
preguntándose "por qué".

Te odio en el hueco vacío de mi cama,
te odio en el orgasmo y el gemido.
Te odio en cada pestaña calcinada
por tu ausencia.
Te odio en el secretismo de tu ombligo.

Te odio en las horas frágiles.
Te odio en el lamento
de mis sueños.
Te odio en el sol y en la clave,
te odio en la escalera y el soneto.

Te odio en el comienzo de un tango renovado,
te odio en un 'te quiero' de un sentimiento voraz.
Te odio en mil poemas de artistas destronados.
Te odio en tu mentira,
Y te odio en mi verdad.

viernes, 2 de agosto de 2013

Noches infinitas

Grillos mudos cabalgan
inmóviles
en el abismo
desnudo
de tus ojos frágiles.

Tenue suspiro de
lamento cotidiano,
arde en deseo
de encontrar un atajo
a tus labios.

Rumbos ilícitos
al temblor de tus piernas,
exhalan gemidos
que denotan mi presencia.

Dunas templadas
al fuego mismo
del infierno,
abrazan mi cuello
entregándole su humedad.

Infinitas noches
buscando una coartada
para tus besos.
Infinitos gritos
que arañan la piel
de mi recuerdo.