jueves, 27 de junio de 2013

Te podría decir...

Te podría decir que me
he cansado de pelear
con un estandarte que
no me representa.

Te podría decir que
ahogué
las penas
en mi almohada.
(Para no ver tu reflejo en ella.)

Te podría decir
que prohibí los espejos
en los que alguna vez
me besaste.

Te podría decir que a
veces miro a la luna,
buscando un soneto
que me levante.

Te podría decir
que no encuentro
las palabras para mirarme.

Te podría decir
que no hay miradas
que me salven.
Te podría decir
que mis ojos enmudecieron,
que mi alma ha salido
(del paso)
y va camino de su destierro.

Te podría decir
que a veces me canso
de reinventar
cada uno de mis pasos.
(Hacia las huellas de tus manos).

Te podría decir
sin rodeos que
ya no soy la misma,
(que a veces tengo miedo),
que estoy aprendiendo
(a quererme)
y a observarme
(sin recelo).

Te podría decir
que aún suena hueco,
que hay princesas
(que luchan en la batalla)
y dragones
(que lloran sin consuelo).

Te podría decir
que a la mierda
el pacifismo
(de los besos),
que no hay mayor
marca de guerra
que la cicatriz
de tu recuerdo.

martes, 25 de junio de 2013

La del café irlandés.

Huías de ti cuando te cruzaste en mi camino.
Nunca antes nos habíamos visto, nunca antes habíamos coincidido.
Estabas sentada en aquella cafetería, con la mirada ausente, y me acerqué a ti. Recuerdo que tomabas brownie y café irlandés.
Te mostrabas distante, tan fría como la nieve de la calle que se derramaba por el asfalto. Tus labios me miraban, rojos y delirantes y todo se paralizó. Al apartarme, tu mirada me avisó de que era la primera vez que una mujer te besaba, y de que no sería la última.
No nos conocíamos de nada, pero aun así, depositaste en mí tu confianza invitándome a tu cama.
Tus curvas, la suavidad de tu piel, tu fragilidad escondida, como esas muñecas rusas, con mil corazas hasta llegar al punto clave.
Recuerdo hacerte el amor sobre el lienzo, pintándote desnuda, indagando en tu mirada oscura.
Te deseaba y lo sabías.
Y, a pesar de no haber estado con ninguna mujer, te mostrabas segura. Me buscabas.
Tú, completamente desnuda, te acercaste a mí, y tu lengua hizo acto de presencia en mi cuello. Me giré. "Enhorabuena, me has encontrado".
Comencé a besarte despacio, pero tus manos estaban ansiosas, tu boca mordía mis ganas y tus ojos me gritaban un "Fóllame" en cada mirada. entonces te convertiste en lienzo, y mi lengua un pincel con el que dibujar mil sensaciones en tu desnudo cuerpo.
Tu pelo rizado caía sobre tus pechos desnudos que llamaban a mi boca. Suaves, apetecibles, ambrosía de dioses.
Llevé tus manos bajo mi camiseta. 2 segundos, al igual que toda mi ropa.
Así estábamos, la una sobre la otra, entrelazadas en aquel sofá de color rojo, casi tan rojo como tus labios. En cada beso notaba tus ganas, el fluir de tus venas, el jadeo de tus deseos más oscuros pidiendo a gritos mucho más.
Estando encima de mí, desnuda, podía advertir tu humedad, y mis ganas de saborear cada milímetro de tu anatomía ganaban a mi autocontrol.
Mi mirada te dijo todo lo que necesitabas saber, y hundí mi lengua en ti.
Sentía los latidos de tu cuerpo, tus espasmos de placer y no había banda sonora más perfecta que tus gemidos.
Tu mano derecha sobre mí, mi boca jugando contigo, lamiéndote, saboreándote. Tú, mordiéndote el labio, gimiendo, jadeando.
Pero paré y me miraste mal pensando que iba a dejarte así. Grave error. Mordía tus pezones mientras susurraba mil versos de otras tierras, y entre jadeos, susurraste: "Neruda".
Que conocieras a Neruda hacía que mis ganas de follarte fueran a más.
Y entonces, mientras mordía tu cuello y mis espalda guardaba sitio a tus arañazos de placer, mis dedos se hicieron un hueco en ti.
Ahora sí.
Ahora quería oírte gemir, como nunca antes lo hiciste con un hombre, como nunca lo harás con otra mujer.
Notaba tu vagina contraerse, y sin pensármelo dos veces, volví a jugar con mi lengua al compás de mis dedos, que te encontraban.
             (Y te encontraron).
Tu respiración entrec-orta-da. Tus jadeos. Tus manos en mi cabeza, tus gemidos. Toda tú. Recreándote. Reinventándote.
Revolviéndote de placer.
Yo no quería treguas, y ahora te tocaba aprender. "Déjame a mí", susurraste, y mi piel se erizó. La forma en que me tocabas, la delicadeza con la cual me mordías. Caí rendida en tus manos. (Y en tu lengua).
Dulce y húmeda, tu lengua jugaba con mi cuerpo, haciéndolo suyo sin contemplaciones. No parecías nueva en esto.
Quién iba a decir que esa chica tímida que tomaba café irlandés iba a ser una diosa del sexo entre mujeres.
Safo escribiría mil poemas sobre su sensualidad, era pura magia y convertía en puro fuego todo lo que tocaba, incluida yo, que ardía sólo con un mero roce.
Tus dedos jugando conmigo, los míos jugando contigo, al mismo ritmo. Acercándonos, gimiendo, pidiendo más. Agotándonos extasiadas, con tu lengua en mi boca y tus sábanas empapadas de placer. Nuestro placer.
Y así fue, desperté a la mañana siguiente y aún estabas dormida, desnuda y abrazada a mí.
Ya no recuerdo cómo te llamabas, pero mi sabor siempre quedará en ti. 

martes, 18 de junio de 2013

Éxtasis de recuerdos.

Resonaba una y otra vez el recuerdo de sus gemidos en mi oído, la suavidad de su piel en mis sábanas, su sabor. 

Tenía sus dientes tatuando mi cuello, su mano izquierda en mi pecho y su mano derecha buscándome sin contemplaciones. Dejaba en mi piel marcas de aquella guerra en busca del placer. Recorría cada centímetro de mí... Ya me conocía. Pero no podía aguantar más. Si seguía mordiéndome el labio de aquella forma, acabaría perdiendo el control. Pero no hay control cuando se trata del placer y en cuestión de segundos mi lengua ya jugaba con su sexo. 

Su sabor, la forma en que arqueaba su espalda cuando mis dedos jugaban dentro de ella y mi lengua acariciaba su clítoris. Quería oír sus gritos. ¡Quería que al día siguiente mis vecinos se quejasen! Así que fui subiendo poco a poco, bajé el ritmo mientras mis dientes jugaban a morder sus pechos y su respiración se calmaba. Pero no había tregua en esta guerra. Y tú estabas atada a la cama. A mi merced. Pero tus labios me llamaban y tu sonrisa malévola hacía que mis sentidos se distorsionaran. Y eso hacía que mis ganas de oírte gritar mi nombre fueran aumentando por momentos. 

De pronto, casi sin percatarme y sin saber cómo, te tenía encima de mí, jadeando y mirándome fijamente. Te mordías el labio y tus caderas se movían lentamente. Mis uñas se clavaban en tu espalda y tu lengua jugaba al escondite con mi cuello. Me cogiste por las muñecas y, con la fiereza de un animal, empezaste a recorrer mi cuerpo sin miramientos. Ahora era yo la que estaba a tu merced. El mínimo roce de tu piel me hacía estremecer, tu respiración descendía por mi cuerpo y yo me mordía el labio, pidiéndote más. Tus manos abriéndose paso en mi cuerpo, y tus ojos mirándome fijamente mientras sonreías al quitarme las bragas, húmedas de deseo. Mis gemidos haciéndose un hueco en tus recuerdos, mis uñas en tu espalda, tus dedos aprendiéndose los trazos de mi sexo... Y el sabor de tus labios grabado en mi boca, que no paraba de gemir tu nombre. Y así terminamos, desnudas de deseo, extasiadas en el recuerdo y tatuando en nuestras bocas el sabor de nuestros besos.

jueves, 13 de junio de 2013

GRITA

¡GRITA, JODER!
G
R
I
T
A
¿A quién quieres engañar? ¿Por qué actuas? ¿Por qué sonríes si no lo sientes?
Sal a correr y desahógate, piérdete para encontrarte, GRITA DE IMPOTENCIA, hasta que te cueste respirar, hasta que pierdas el conocimiento y la conciencia, hasta que la ansiedad se difumine.
Deja de fingir, princesa.
No vale la pena engañarse, estás destrozada y debes estarlo para poder resurgir de tus cenizas, pero no dejes que se las lleve el viento.

Pasa a ser el nuevo fénix.


martes, 11 de junio de 2013

Vuelve la lluvia.

Camino entre nubes
negras, esperando esa
maldita tormenta que
me deja claro que te
has ido.
Bajo la capucha
me escondo en la
incertidumbre que me
lleva a ninguna parte.
A cada paso que doy
me alejo más de ti, y
los miedos me arañan
la espalda hasta que ya
no puedo más y grito
de
impotencia.
Impotencia por querer
y
no
poder,
impotencia por el
miedo a caerme de
bruces en mis miedos
y contra una realidad
que no quiero ver.
Ahora que te has ido
vuelve a llover, y este
puente nunca me
pareció tan largo.

domingo, 9 de junio de 2013

Frágiles.

Es curioso como una simple sonrisa, un simple beso puede cambiar tu día, tus minutos, o incluso tu estado de ánimo sin que puedas oponer resistencia.

Sin más me desarmas, y la luz te envuelve. Atemorizada me refugio en mis miedos, causantes de mis pesadillas. Me despierto alterada en medio de la noche y ahí estás tú, dormida, frágil.


Auto-control.

Mi fragilidad.